A altas horas de la noche escuché el sonido de los grillos haciéndome chuparme la polla en medio de la calle.
Le pedí al tanque de semen que me dejara jugar con mi ojete y ella accedió, pero el joven no se atrevió.
El afortunado conductor que repartía la compra se encontró con la casera que tenía picazón en todo el cuerpo y quería frotarlo.